Episodio 96: La crisis de sucesión y la transfiguración de Brigham Young, 2a parte

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Pesquisas Mormonas es un programa de audio. Está preparado para ser escuchado. Si el contenido es un ensayo con información proveniente de libros y otros artículos, el texto básico del programa va a ser incluido en el blog. Pero hay que tener en cuenta que la información en el blog NO ES LA INFORMACION COMPLETA y no incluye opiniones o aclaraciones.
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La crisis de sucesión y la transfiguración de Brigham Young 

Por Richard S. Van Wagoner

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La transfiguración de Brigham Young y la crisis de sucesión de 1844

Richard S. Van Wagoner

Asumiendo el papel de padre autoritario del mormonismo que cumplía tan bien, Young respondió, “¿entiendo sus sentimientos—quieren decirme sus sentimientos?” Respondiendo a los murmullos y a los asentimientos con la cabeza del dócil rebaño, continuó:

Aquí están los 12, un cuerpo independiente, quienes tienen las llaves del reino para todo el mundo entero, así me ayude Dios, y ellos son, como la 1ª presidencia de la iglesia. . . No pueden llamar a un profeta, no pueden llamar al Élder Rigdon o a Amasa Lyman ellos deben ser ordenados por los 12. . . Dios no quiere tener nada que ver contigo. No pueden poner a nadie a la cabeza de los 12 (Gramática como en el original en inglés).

Young continuó: “Tal vez algunos piensen que nuestro amado hermano Rigdon no sería honrado, no sería considerado un amigo, pero si él hace lo correcto, y se mantiene fiel, no actuará en contra de nuestro consejo, ni nosotros contra el suyo, sino que actuaremos unidos, y seremos como uno”. “¿Quieren a un vocero?” preguntó Young entonces. “¿Quieren que la iglesia esté apropiadamente organizada, o quieren a un vocero para que sea cocinero en jefe y lavador de vajillas?”

Hablando del llamado de Rigdon como vocero del profeta, Young consintió, “Muy bien. Él lo fue”, pero agregó, “si ahora quiere ser un vocero del Profeta, debe ir al otro lado del velo para ver al Profeta, quien está allí, pero Élder Rigdon está aquí. ¿Por qué será el Élder Rigdon un tonto? ¿Quién sabe algo de la [plenitud del] sacerdocio, o de la organización del reino de Dios [a saber, el Concilio de los Cincuenta]? Yo lo sé muy bien”. A medida que la reunión progresó, el sentimiento que había cambiado tan recientemente en favor de los Doce era palpable. Cuando Amasa Lyman subió a la plataforma para hablar, se posicionó en la esquina de Young.

Sacudido por el efecto de las palabras de Young sobre la audiencia, el usualmente locuaz Rigdon se negó a hablar cuando se le dio la oportunidad para refutar a Young. Considerando las proclividades retóricas de Rigdon, su decisión se vio como una admisión de derrota.

Con su cara enterrada en sus manos, el enfermo Rigdon pidió que un viejo enemigo, W. W. Phelps, apoyara su causa. El reservado editor, dándose cuenta que la de Rigdon era una causa perdida, dio una ardiente confirmación de la posición de los Doce.

Después de que Parley P. Pratt se dirigió a la multitud, Young otra vez tomó la plataforma. Testificando que si los hombres “se mantienen firmes con nuestro consejo, irán directamente al reino. . . tenemos todas las señas para darle al Portero y él nos dejará entrar en el embarcadero”. Young propuso un voto. “¿Quieren que el Hno. Rigdon interfiera entre ustedes y su líder, su guía, su vocero?” Rigdon entonces interrumpió, diciendo que él “quería que hiciera la otra pregunta primero”. Entonces Young preguntó,

¿gente? Aquí están los apóstoles, la Biblia, el Libro de Mormón, la doctrina y convenios están aquí y aquí (cabeza y corazón) está escrito en las tabletas de mi corazón. . . Si la Iglesia quiere que los 12 permanezcan en su llamado si es su voluntad manifiéstenlo levantando la mano (Gramática como en el original en inglés).

El voto, según Young, fue unánime, lo cual, anunció, “suplanta a cualquier otra pregunta”.

Young anunció entonces que “Rigdon es . . . uno con nosotros—queremos a tales hombres como el H[erma]no R[igdon] él fue enviado para edificar un R[eino] permítanle mantener la instrucción [y el] llamamiento dejen que edifique un r[eino] en Pittsburgh [y]  levantaremos su mano. Supongo que tendremos una imprenta y nos reuniremos allí” (Gramática como en el original). Deseando apoyar a Rigdon en su llamamiento como su consejero, Young continuó, “Siento que debemos traer al H[erma]no Rig[don] somos de una misma mente. . . lo apoyará esta con[gregación] en el lugar . . . [y] lo dejaran ser uno con nosotros [y] nosotros con él”. El voto fue unánime.

El liderazgo afirmó que los Doce estaban más allá de sus ordinaciones apostólicas de febrero de 1835, la revelación de marzo de 1835 dando autoridad semejante a la de la Primera Presidencia y la revelación de julio de 1837 de que los Doce compartían las llaves del reino con la Primera Presidencia. Su aseveración de “mantenerse en sus posiciones según sus asignaciones”, como Brigham había declarado el 8 de agosto, estaba basada enteramente en el hecho de que José Smith les había conferido a ellos y a otros las “llaves del reino” durante la reunión del Concilio de los Cincuenta en la primavera de 1844, la organización a la que Young se refirió en el 8 de agosto diciendo, “si dejan que los 12 mantengan las llaves del R[eino] están en ellos. . . tenemos una organ[izació]n que no han visto”.

Orson Hyde comentó en un discurso de 1869 sobre el poder otorgado por José Smith, comúnmente llamado su “último encargo”:

En un lugar en particular, en la presencia de unos sesenta hombres, [José Smith] dijo, “Mi trabajo está casi terminado; voy a dar un paso al costado por un tiempo. Voy a descansar de mis labores; porque he llevado la [carga] y el calor del día, y ahora voy a dar un paso al costado y descansar un poco. Yo paso la [carga] de mis hombros a los Doce Apóstoles. ‘Ahora’, dijo, ‘levanten sus hombros y carguen este reino’. ¿Él le dijo esto a alguien más? No lo sé; no me importa. Es suficiente para mí saber que él lo dijo al Cuórum de los Doce Apóstoles”.

El relato de Wilford Woodruff de esta reunión cita al profeta diciendo: “Les digo que la carga de este reino ahora descansa sobre sus hombros; deben soportarlo en todo el mundo, y si no lo hacen serán maldecidos”. Pero la declaración más explícita sobre este encargo vino de Benjamin F. Johnson, el miembro más joven del concilio. Él escribió que el profeta

Se paró ante la asociación y Amigos Selectos incluyendo a todos los Doce y con gran Sentimiento & Animación gráficamente Repasó su Vida y Persecución Labor & Sacr[ificio] Por la iglesia y Reino de Dios—Los-Cuales—él declaró estaban ahora organizados en la tierra. El peso del cual había sido demasiado grande para él para cargar. Que estaba cansado con el peso él lo había cargado por Tanto tiempo y él entonces Dijo con gran Veh[e]mencia “Y en el nombre de . . . el Señor ahora Sacudo de mis Hombros las Responsabilidades de cargar al Reino de Dios a todo el mundo—y-aquí-& ahora pongo la Responsabilidad con todos las Llaves de Podr & privilegio correspondientes sobre los Hombros de ustedes los Doce Apóstoles en Conexión con este Concilio” (Gramática y ortografía como en el original).

Pero el reino que el profeta dirigió a los Doce que cargaran en sus hombros era la teocracia política, el Reino de Dios, una organización fantasma separada de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Fue esta organización, mejor conocida como el Concilio de los Cincuenta, no el Cuórum de los Doce, que el profeta intentó ayudar a obtener las responsabilidades de administrar los negocios temporales y seculares de la iglesia.

Aunque el voto mormón del 8 de agosto de 1844 pidió estabilidad y continuidad eclesiástica, algunos han interpretado a las acciones de la asamblea como una afirmación del papel de Brigham Young como el sucesor profético de José Smith. El que esto no haya sido el mensaje real es clarificado en una epístola de los Doce publicada el 15 de agosto de 1844 en el Times and Seasons. La circular anunció: “Ahora están sin un profeta presente para guiarlos en la carne. . . No dejen que ningún hombre presuma por un momento que el lugar [de José Smith] será llenado con alguien más; porque, recuerden que él ocupa su propio lugar y siempre lo hará”. El Times and Seasons del 2 de septiembre también editorializó: “Gran emoción prevalece a través del mundo por saber ‘quién es el sucesor de José Smith”. El diario también amonestó, “sean pacientes, sean pacientes un poco, hasta que el tiempo apropiado venga, y les diremos a todos. ‘Grandes ruedas se mueven despacio’. En el presente, podemos decir que una conferencia especial de la iglesia se llevó a cabo en Nauvoo el 8, y se hizo sin voces disidentes, que los ‘Doce’ deben presidir sobre toda la iglesia, y que cuando se requiera alguna alteración en la presidencia, se dará noticia apropiada”.

Si bien no hay registros contemporáneos que apoyen una ocurrencia supernatural en la mañana ni en la tarde del 8 de agosto, a través de los años algunos han improvisado perspectivas surrealistas de ese día. En fraseología mormona, la supuesta experiencia trascendental de esa mañana es conocida como la “Transfiguración de Brigham Young” o el “Incidente del manto del profeta”. Cuando Brigham Young se levantó para dirigirse a la gente”, escribió el futuro apóstol George Q. Cannon dos décadas más tarde:

Si José se hubiera levantado de los muertos y hablado otra vez en esa audiencia, el efecto no podría haber sido más sorprendente de lo que lo fue para los presentes en la reunión, fue la voz del mismo José; y no solamente fue la voz de José la que se oyó, pero le pareció a la gente como si la misma persona de José fue quien se paró en frente de ellos. De un evento más maravilloso y milagroso del que se dio ese día en la presencia de la congregación no hemos oído jamás. El Señor le dio a Su gente un testimonio que no dejó lugar para la duda con respecto a quién fue escogido para guiarlos. Ambos vieron y oyeron con sus ojos y oídos naturales, y las palabras que fueron pronunciadas llegaron, acompañadas del poder convencedor de Dios, a sus corazones, y fueron llenados con el Espíritu y con gran gozo. Había reinado la melancolía, y en algunos corazones, probablemente, duda e incertidumbre, pero ahora era claro para todos que aquí había un hombre sobre el cual el Señor había conferido la necesaria autoridad para actuar en el lugar de José. En esa ocasión Brigham Young pareció haberse transformado, y un cambio como los que leemos que le sucedieron al Profeta Eliseo en las escrituras, cuando Elías fue trasladado en su presencia, pareció haber tomado su lugar. El manto del Profeta José había sido dejado para Brigham. . . La gente se dijo mutuamente: “El espíritu de José descansa sobre Brigham”: Ellos supieron que había sido el hombre escogido para liderarlos y ellos correspondientemente lo honraron.

D. Michael Quinn, la principal autoridad en la crisis de sucesión mormona de 1844, ha descubierto varias referencias que cita como supuesto apoyo al incidente de transfiguración. Una carta del 15 de noviembre de 1844 de Henry y Catharine Brooks dice que Young “favorece al Hno. José, tanto en persona y manera de hablar más que cualquier otra persona que hayas visto, se ve como otra persona” Cinco días después Arza Hinckley se refirió a “Brigham Young en quien el manto del profeta José ha caído”. El diario de William Burton de mayo de 1845 (quien murió en 1851) nota que “los lugares de [José y Hyrum Smith] fueron llenados por otros mucho mejores de lo que yo una vez pensé que eran”. Burton escribió, “El espíritu de José apareció para descansar sobre Brigham”. Sin embargo ninguna de estas referencias describe una transfiguración explicita, una metamorfosis física de Brigham Young en la forma y voz de José Smith. El uso de la frase “espíritu de José” es meramente oratorio. Brigham Young mismo usó la misma forma de expresión retórica durante un discurso del 19 de julio de 1857 a los santos reunidos en Salt Lake City. Refiriéndose a la posibilidad de su propia muerte, Young informó a sus oyentes que “el espíritu de José que cayó sobre mí está listo para caer sobre alguien más cuando yo sea removido”.

El reporte detallado más temprano de la supuesta transfiguración no comenzó a aparecer hasta mucho después de que los santos se establecieron en el Great Basin. El hecho de que ningún relato incluido en la “Historia de José Smith”, completada en agosto de 1856, o en la Autobiografía de Parley P. Pratt, completada antes de su muerte en 1857, sugiere que el mito no estaba completamente desarrollado en ese período. Es posible que la primera referencia pública a la “transfiguración” haya sido una declaración del 19 de julio de 1857 de Albert Carrington ante una inmensa reunión de santos, diciendo que “no podía diferenciar [a Brigham Young] de José Smith” cuando Young “estaba hablando en el púlpito en Nauvoo” durante la convocación del 8 de agosto de 1844. “Alguien vino y pasó su dedo sobre sus ojos”, declaró Brigham Young, “y no podía ver a nadie que no fuera José Smith hablando, hasta que terminé de dirigirme a la asamblea de santos durante la tarde del 8 de agosto de 1844”, confirmando que no había ocurrido ninguna experiencia quimérica ese día. “Por primera vez en el reino de Dios en el siglo 19”, declaró, estamos “sin un profeta para dirigirnos”. Por lo tanto, agregó, somos “llamados a andar por fe, no por vista”.

Recuentos retrospectivos de una “transfiguración” en una variedad de formas, pueden ser encontradas en decenas de fuentes, pero ninguno parece concordar en los detalles precisos. Elizabeth Haven Barlow, una prima de Brigham Young, por ejemplo, escribió que su madre le dijo que “miles en la asamblea” vieron a Young “tomar la forma de José Smith y escucharon su voz cambiar a la del Profeta”. Eliza Ann Perry Benson recordó que los santos se levantaron “de sus asientos en masa” exclamando “¡José ha venido! ¡Él está aquí!” Mientras que Eliza Ann Haven Westover, escribiendo en 1918 recordó que “miles vieron la [transfiguración], pero no todos los que estaban allí tuvieron ese privilegio”.

John D. Lee, escribiendo de los eventos del 8 de agosto de 1844 en su autobiografía dijo:

Sidney Rigdon fue el primero que apreció en el podio. Él había sido considerado estar en la retaguardia por algún tiempo antes de la muerte del Profeta. Él reclamó débilmente . . . Entonces Brigham Young se levantó y rugió como un león, imitando el estilo y la voz de José, el Profeta. Muchos de los hermanos declararon que vieron el manto de José reposarse sobre él. Yo mismo, en ese tiempo, me imaginé que vi y oí una fuerte similitud con el profeta en él, y sentí que él era el hombre para guiarnos hasta que el sucesor legal de José creciera hasta la adultez, cuando debía rendir la presidencia al hombre que tenía el derecho de nacimiento.

John D. Lee
A pesar de afirmar lo contrario, Lee no podría haber visto esto. Su diario personal deja en claro que no regresó a Nauvoo hasta el 20 de agosto, casi dos semanas más tarde.

El apóstol Orson Hyde, quien tendía a exagerar, particularmente cuando trataba de socavar los reclamos de su archienemigo Sidney Rigdon, no llegó a Nauvoo hasta el 13 de agosto. Pero dejó dos recuerdos personales muy elaborados de una “transfiguración” de la que tampoco podría haber sido testigo. Cuando Young comenzó a hablar esa mañana, el presidente de los Doce Hyde recordó en 1869, “sus palabras me atravesaron como electricidad”. Este es mi testimonio, agregó Hyde como énfasis especial, “no era solamente la voz de José Smith, sino que también sus facciones, los gestos, y hasta la estatura de José ante nosotros en la persona de Brigham”.

Ocho años más tarde, Hyde declaró en la conferencia general que tan pronto como Young abrió la boca

Oí la voz de José a través de él, y me resultaba tan familiar como la voz de mi esposa, las voces de mis hijos, o la voz de mi padre. Y no sólo la voz de José oí distintivamente y sin confusión, sino que también vi los gestos de su persona, los mismos rasgos en su cara, y si no me equivoco, el mismo tamaño de su persona apareció en el podio. Y me atravesó con la excitación de la convicción de que Brigham era el hombre para guiar a esta gente. Y desde ese día hasta el presente no ha habido duda en mi mente con respecto a la divinidad de esta asignación; yo sé que él es el hombre elegido de Dios para ocupar la posición que ahora tiene.

Wilford Woodruff, el principal cronista de la historia mormona temprana, también dejó varios relatos de primera mano de un “incidente de transfiguración”. Su diario del 8 de agosto de 1844, sin embargo, deja en claro que él no atendió la reunión de la mañana cuando ambos Young y Rigdon se dirigieron a la multitud. “Los Doce pasaron su tiempo temprano ese día en la oficina”, escribió, y “en la tarde se reunieron en la arboleda”. Aunque el relato de Woodruff de ese día consiste de uno de los escritos más largos en su voluminoso diario, unas 2.200 palabras, no hace ninguna mención a algo milagroso.

Un año más tarde, en una carta a los miembros de la iglesia en Gran Bretaña, Woodruff reportó que durante la conferencia especial del 8 de agosto de 1844

Nos reunimos en una conferencia especial, todos los quórums, las autoridades, y los miembros de la iglesia que podían reunirse en Nauvoo. El élder Brigham Young, el presidente del quórum de los doce, se dirigió a ellos. Era evidente para los santos que el manto de José había reposado sobre él, la senda que nos apuntaba no podría haber sido más clara, y nadie podía errar en ella; el espíritu de sabiduría y consejo atendieron a todas sus enseñanzas, él tocó una cuerda en todos nuestros corazones, los cuales sonaron al unísono.

Pero en 1872, Woodruff, como muchos otros mormones de Nauvoo, había comenzado a describir el truinfo de Brigham Young sobre Sidney Rigdon del 8 de agosto de 1844 como algo más arcano que una mera conquista estratégica. “Cada hombre y cada mujer en esa asamblea, los cuales quizá llegaban a los miles”, declaró, “podrían compartir el mismo testimonio. Yo estuve allí, los Doce estuvieron allí, y muchos otros, y todos pueden compartir el mismo testimonio”. Continuando con su extensa explicación de ese día tan lejano en el pasado, le preguntó a su audiencia:

¿Por qué se le dio la apariencia de José Smith a Brigham Young? Porque aquí estaba Sidney Rigdon y otros hombres adelantándose y reclamando ser los líderes de la Iglesia, y los hombres se adelantaron, como en un pivote, sin saber a qué lado ir. Pero tan pronto como Brigham se levantó en esa asamblea, su cara era como la de José Smith—el manto de José había reposado sobre él, el poder de Dios que había estado sobre José Smith estaba sobre él, tenía la voz de José, y era la voz del pastor. No había una persona en esa asamblea, Rigdon, yo mismo, sin excepción, que no estuviera satisfecho en su mente que Brigham era el líder apropiado de la gente, porque él [Rigdon] no quiso que su nombre fuera presentado, por su propio consentimiento, después de que ese sermón fue dado. Había una razón para esto en la mente de Dios; convencer a la gente. Ellos vieron y oyeron por ellos mismos, y fue por el poder de Dios.

Veinte años más tarde, mientras discutía otra vez la guerra de palabras de 1844 entre Young y Rigdon, Woodruff fue citado diciendo:

No sé si hay alquien presente aquí esta noche más que yo que haya participado en esa conferencia [del 8 de agosto de 1844]. Hay pocos que todavía estan vivos que estuvieron presentes en esa ocasión. . . y cuando Brigham se levantó y comenzó a hablar, como ha sido dicho, si mis ojos no hubieran sido capaces de ver, no hay nadie que pudiera convencerme de que no era José Smith hablando. Era la voz y la cara de José Smith; y muchos pueden testificar de esto que conocieron a ambos hombre.

Mientras que todas las anécdotas de transfiguración, como las de Lee, Hyde y Woodruff, son relatos tardíos, una referencia del diario de George Laub fue considerado por mucho, hasta hace poco, que había sido escrita en 1846. “Ahora, cuando el Presidente Young se levantó para hablar a la congregación”, comienza el relato de Laub, “su voz era la voz del Hno. José y su cara parecía como la cara de José y si no hubiera visto su cara sino que sólo hubiera oído su voz, hubiera declarado que era José”. Este pequeño diario de color marrón, el cual engañó a muchos estudiosos, ha sido determinado que es una copia del original de Laub, con adiciones. El diario original, el cual también existe, no contiene ninguna referencia a una transfiguración de Brigham Young.

Cuando eliminamos todas las emociones del 8 de agosto de 1844, no hay una sola evidencia irrefutable de contemporáneos que apoye la ocurrencia de algo místico en las reuniones de la mañana o de la tarde de ese día. Lo que más probablemente ocurrió es que la fuerza de la presencia imponente de Young, su oportuna llegada la mañana de la reunión, y tal vez un poco de mimetismo teatral persuadieron a la multitud, más que una transfiguración metafísica de su cuerpo. El obispo mormón George Miller, presente durante la reunión, más tarde recordó que nada sobrenatural había ocurrido ese día. Young hizo una “larga y ruidosa arenga”, escribió Miller, en los cuales “no vi ningún punto en el curso de sus palabras más que había que rechazar las pretensiones de Sidney Rigdon”.

El mismo Rigdon, en una carta del 6 de diciembre de 1870 a Brigham Young, acusó a su antiguo contendiente de falsedad al animar que las anécdotas de una transfiguración se propagaran:

“Oh, hombre vano . . . Supusiste que tu hipocresía y tus pretensiones mentirosas de que el espíritu de José Smith había entrado en ti, iba a prevalecer con Dios y el hombre. Sabes que mentiste cuando hiciste esas pretensiones. Tu ignorancia era tal que no sabías que hay personas vivas que saben que nunca hubo, hay, o habrá tal metamorfosis en esta tierra como tu malvadamente . . . simulaste que había sucedido contigo.

Los apóstoles Brigham Young, Heber C. Kimball, Willard Richards, y Wilford Woodruff, todos los cuales escribieron en sus diarios el 8 de agosto de 1844, no hacen referencia a ninguna epifanía. Tal evento, si realmente hubiera sucedido, habría estado en la cúspide de la historia mormona, una metamorfosis física sin igual excepto por la transfiguración y resurrección de Jesucristo. Sin embargo ni el Times and Seasons ni el Nauvoo Neighbor, periódicos locales pertenecientes a la iglesia, mencionan tal maravilla. Tampoco lo hacen los relatos de 1844 y 1845 de Jedediah Grant y Orson Hyde, específicamente escritos para refutar el fuerte desafío de Sidney Ridgon de que debía reemplazar al Cuórum de los Doce.

La evidencia más reveladora para las afirmaciones de una transfiguración es el hecho de que en ese 8 de agosto de 1844 la congregación sostuvo a un comité en vez de a un individuo para dirigir a la iglesia. Confirmaron a todo el Cuórum de los Doce como autoridad presidente. Lo que es más, el ascenso de Young a la presidencia no fue una ceremonia solemne, como uno esperaría después de que sucediera algo tan increíble como una transfiguración. Su surgimiento como la fuerza dirigente y sin oposición del mormonismo no se completó hasta fines de 1847, después del viaje de los pioneros al oeste. Aun entonces hubo gran oposición a que Brigham Young fuera el líder único sin el resto de los Doce. Orson Hyde, quien reemplazó a Young como presidente del cuórum dijo más tarde: “¿Requirió argumentos el demostrar que el hermano Brigham Young tenía la posición de José, el Profeta mártir? ¿Requirió pruebas de que José estuvo allí en la persona de Brigham, hablando con la voz de un ángel? No requirió ningún argumento; entre quienes temían a Dios y amaban la verdad no requirió ninguno”.

Pero esta observación no era correcta. Es evidente, en los relatos originales y sin alterar, que hubo considerable oposición a que Brigham Young estableciera una Primera Presidencia. Los más vocales sobre el tema eran Wilford Woodruff, Orson Pratt, y en un grado menor, John Taylor, Parley P. Pratt, George A. Smith, y Amasa Lyman. El número de reuniones sobre el tema es amplia prueba de contención. Woodruff le dijo a Young el 12 de octubre de 1847 que sentía que “haría falta una revelación para cambiar el orden de ese cuórum”. Seis semanas más tarde, Woodruff, retabiendo otra vez la formación de Young de una Primera Presidencia, dijo que si se sacaban a tres de los Doce, sería como “cortar un cuerpo en dos”. Además, si el Cuórum de los Doce rendía su poder “en tres [personas]”, agregó, “estaré totalmente opuesto a ello”. El punto de vista de Pratt era que la “cabeza de la iglesia consistía del apostolado unido”. El asunto no fue resuelto hasta la fecha de una extensa reunión muy llena de emociones del cuórum el 5 de diciembre de 1847.

El principal dilema con las narrativas retrospectivas de la transfiguración es que tantas personas que de otra manera eran honorables y pías contaron algo que probablemente nunca sucedió. Una explicación racional y probable para esta falla grupal de la memoria es que un pensamiento “contagioso” puede esparcirse por la población para crear una “mente colectiva”. Este fenómeno es lo que los científicos llaman “teoría de contagio” o “cumplimiento de la situación”, donde uno ve lo que espera ver, especialmente en recuerdos. La memoria es más que simplemente recordar cosas. Se origina de historias compartidas en un fondo común, el que tal vez luego puede remodelar el sentido de identidad de una comunidad. José Smith realmente había dado comienzo a una era de milagros y maravillas. Cada meteoro en el cielo parecía presagiar cosas maravillosas para las masas mormonas.

Brigham Young, aunque no era tan carismático como José Smith, ciertamente era más pragmático. Sin embargo, el mormonismo fue fundado en el atractivo profético, y visto en la vaga luz del período de Utah, el hecho de que Brigham Young simplemente le había ganado a Sidney Rigdon en Nauvoo, mano a mano, hombre a hombre, no era lo suficientemente fascinante como para mantener y sostener la psique mormona después del martirio. Un sello místico con la aprobación de Dios o un mito que promoviera la fe era necesario. Young debía ser separado de las masas, y aun del mismo Cuórum de los Doce, por medio de un milagro sorprendente. Los santos de los últimos días del siglo 19, en un ejemplo clásico de comportamiento colectivo espontáneo, comenzaron a interpretar una simple batalla de territorio y de cambio de guardia como algo milagroso. Lo que claramente es una historia folclórica devota, por una misma fuerza de repetición, todavía se mantiene fuerte en el mormonismo de hoy día.

Las fabulas son útiles para una cultura. ¿Quién puede negar que Santa Claus hace que la navidad sea más memorable para el niño que llevamos dentro? Y que maravillosa es la historia de George Washington y el árbol de cerezas Mason Locke Weems inventó de la nada no “para dar información sobre George Washington, sino para sugerir una conducta virtuosa entre los jóvenes americanos”. Pero en asuntos religiosos, poner a las historias folclóricas en el mismo nivel que la realidad puede a la larga destruir la convicción cuando es finalmente revelada. Los santos de los últimos días que basaron su fe en historias irresolutas como las alegorías de Paul H. Dunn o la “transfiguración de Brigham Young”, cuando se enfrentan con la evidencia de que su sistema de creencias se basa en fuentes dudosas, o, en el peor de los casos, falsas, pueden terminar como el élder Brigham H. Roberts una vez advirtió “que ya que estas cosas son mitos y nuestra Iglesia ha permitido que se perpetúen . . . que los otros fundamentos de la historia real de la Iglesia, las cosas en las que tuvo origen, no sean todas mentiras y nada más que mentiras”. Respondiendo su propia pregunta, Roberts dijo, “encuentro que mi propio corazón es fortalecido en la verdad al eliminar las falsedades, lo espectacular, y lo bizarro, tan pronto como aprendí que estaba basado en testimonios sin valor”. Ese consejo, como una voz espectral de razón que viene del pasado, es tan firme hoy como lo fue hace seis décadas.

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