Episodio 99: Los pecados del hermano Curtis. El mayor caso de abuso sexual en la iglesia SUD




LOS PECADOS DEL HERMANO CURTIS

Los pecados del hermano Curtis es un libro sobre los abusos sexuales infantiles de Frank Curtis, un miembro de la iglesia SUD, y el encubrimiento de tales abusos por parte de la iglesia

Frank Curtis nació a principios de los 1900's. Desde los 1920, cuando Frank todavía era muy joven, había estado en prisión por robo, asalto, contrabandeo de alcohol, asesinato, y se cree, según sus propias palabras y de acuerdo a reportes policiales, que trabajó para algunas pandillas de Chicago, incluyendo la de Al Capone. La última vez que Curtis salió en libertad de la prisión fue en 1971. En ese entonces él ya tenía 68 años y había estado encarcelado por la mayor parte de su vida. Ésta es la razón por la que decidió mudarse el oeste y terminó en Salt Lake City. Poco después, Frank se bautizó en la iglesia SUD y casi inmediatamente comenzó a abusar de menores de edad en sus diferentes barrios.

Uno de sus jueces, el Honorable Charles E. Bowles, notó que, si bien estaba legalmente cuerdo, Frank tenía el equivalente mental de un niño de doce años: era impulsivo, emocionalmente inestable, egocéntrico, y no muy inteligente.

Mientras Curtis vivía en el estado de Washington, conoció a una madre soltera de nombre Raquel Sabán. Cuando Raquel visitó la iglesia mormona como investigadora, Frank la invitó a que trajera a sus hijos a su casa para ayudarle con la disciplina de los niños. Él le dijo que le ayudaría a “enderezarlos” y a “sacárselos de encima por un rato”.

Manny y Jeff, los hijos de Raquel, se bautizaron en la iglesia mientras su madre todavía estaba estudiando en preparación para su propio bautismo. El hermano Curtis nunca dejaba pasar un domingo sin hablar con Raquel, y la gente notó lo amigable que era con ella. A veces el hermano Curtis iba a visitarla a su casa y hablaban por horas. Por lo tanto, no fue una sorpresa cuando Raquel Sabán y Frank Curtis, a pesar de sus casi dos décadas de diferencia, se casaron.

El hermano Curtis a veces invitaba a los chicos de la iglesia y del barrio para que pasaran la noche en su departamento. Durante una de esas tardes, la atmosfera inevitablemente pasó a ser desordenada, y empezaron una guerra de agua en la que los chicos usaron grandes jeringas de la clínica veterinaria donde Curtis trabajaba como conserje como pistolas de agua. Al poco tiempo, todos, incluyendo al hermano Curtis, estaban empapados. “Sáquense la ropa”, ordenó. Pronto todos estaban vestidos en su ropa interior, pero eso no concluyó el juego. No había ninguna oportunidad de irse del departamento, ya que las puertas estaban cerradas con llave. Después los chicos tomaron turnos duchándose y acostándose en mantas en el piso de la sala.

El hermano Curtis envolvió a Manny en una bata y cerró la puerta de su dormitorio. Manny salió del baño y de repente decidió irse a su casa. Llamó a su mamá llorando y le pidió que lo viniera a buscar, pero al no explicar el por qué, Raquel Sabán le dijo que se quedara con el hermano Curtis. La siguiente mañana Raquel pasó a buscar a Manny y a su hermano.

En el coche Manny dijo que el hermano Curtis era un pervertido: Curtis lo había besado en los labios, y mencionó las palabras “su pene”, “sexo”, y “masturbándose”.

“Trató de hacerlo conmigo”, dijo Manny. La situación escaló hasta que Raquel detuvo el coche, estiró la mano y le dio una cachetada a Manny por decir esas cosas horribles sobre el hermano Curtis. “No me mientas más”, le dijo.
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En otra ocasión, cuando el hermano Curtis estaba internado en el hospital, dos hermanos del vecindario, Bobby y Jimmy, le preguntaron por qué estaba allí. El anciano levantó su sábana y apuntó hacia su pelvis y dijo que estaba allí para “arreglar esto”, y que lo estaba haciendo por su esposa. Curtis había recibido su tercer implante en el pene.

Una tarde, cuando los hermanos estaban en la casa de Curtis, Bobby oyó a su hermano Jimmy salir del departamento gritando, llamando a Curtis un pervertido, amenazando con matarlo, y algo sobre sus pantalones. Aparentemente Jimmy se había dormido en el sofá, y cuando se despertó, notó que Curtis le había sacado la ropa.

Cuando Curtis abusó de otro niño llamado Jeremiah, la policía investigó y Curtis confesó, pero a causa de su edad nunca fue encarcelado.
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A fines de los 80, la hermana Scott conoció a Frank Curtis, un maestro de la primaria en su barrio de la iglesia. El hermano Curtis comenzó a cenar con los Scott regularmente los domingos. Al poco tiempo, Sandy Scott consideró al hermano Curtis como una prueba de su fe, y lo invitó a vivir con su familia en su hogar. El obispo del barrio, el Señor Foster, no se mostró muy entusiasta con la idea, lo cual sorprendió a Sandy, ya que pensó que estaba haciendo algo bueno, y porque no entendía la razón para tal vacilación por parte del líder religioso. Frank se mudó con los Scott en el otoño de 1989.

La principal preocupación de la familia era pagar por la comida, cuyo presupuesto creció considerablemente cuando el hermano Curtis se mudó con ellos como consecuencia de sus elaborados menús. La familia estaba yéndose a la quiebra rápido.

Los Scott también estaban tratando de ayudar al hermano Curtis con sus citas al médico. Jeremiah, el hijo, acompañaba al hermano Curtis frecuentemente en el autobús al doctor y a donde necesitara ir. En uno de sus viajes el hermano Curtis le dijo a Jeremiah que había matado a un hombre, que había estado involucrado en tiroteos, y robado muchas cosas.

Y un día, sin explicación, el hermano Curtis se fue. Lo reportaron como perdido a la policía, y unos meses después, Curtis escribió una carta a los Scott pidiendo disculpas por irse sin decir adiós. Dijo que estaba en Michigan visitando a su hija, una persona de la que nunca habían oído. Curtis dijo que quería volver para visitar, y cuando llegó a la casa, lo pusieron en el cuarto de Jeremiah en el segundo piso.

En la primavera de 1992, Sandy entró al cuarto de Jeremiah y el olor a orina podrida le pegó como una pared, y vio los jarros de vidrio llenos en el piso. Ésta no fue la primera vez que el hermano Curtis había orinado en jarras, y la familia decidió enviarlo a un hogar de ancianos. Jeremiah se mantuvo en silencio sobre las horribles cosas que el anciano le había hecho en su cama.
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En 1997, cuando Jeremiah tenía 18 años, decidió llevar a la Iglesia SUD a la corte por su responsabilidad en su abuso. El caso fue aceptado por dos abogados de Portland, Oregon, Joel Salmi y Tim Kosnoff. La Iglesia, por su parte, contrató al bufete de Stafford Frey para tratar el caso de manera local, una firma que había defendido a companías de Fortuna 500 en el noroeste estadounidense.

Más historias aparecieron a medida que los abogados fiscales comenzaron a hacer su pesquisa. David Johnson, dijo que Frank Curtis se mudó a su barrio en Oregon en 1982. Un par de meses más tarde fue llamado por su obispo, Gordon Checketts, como líder scout y maestro de la escuela dominical. Poco después, Frank llamó a los Johnson y sugirió que David viniera a su departamento para estudiar las enseñanzas mormonas con un par de chicos más de la iglesia. Johnson dijo que fueron todos abusados.

El hermano de un niño llamado Steven Penrose le contó a su madre que algo raro estaba pasando con el hermano Curtis. Cuando la madre confrontó a Steven, él le confesó que Curtis había estado abusando de los chicos en su grupo de amigos.

 Salmi y Kosnoff se enfocaron en los líderes de la iglesia, tratando de determinar cuánto sabían los obispos y los otros líderes altos sobre los abusos de Curtis y cuándo lo supieron. En particular, necesitaban averiguar si Greg Foster, el obispo de Jeremiah Scott, sabía sobre el caso de los Johnson y Penrose. Esto sería clave para determinar cuán responsable fue la iglesia de poner a estas víctimas en una situación peligrosa.

Cuando los abogados presentaron la denuncia, decidieron hacerlo contra Gregory Foster, el obispo de los Scott, quien, ellos afirmaron, sabía de los previos abusos de Frank Curtis y sin embargo no hizo nada para prevenir futuros abusos, contra la Corporación del Obispo Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la Corporación del Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. De hecho, en un intento de atrapar a tantos de los tentáculos del pulpo formado por el imperio con fines de lucro de la iglesia mormona como fuera posible. En otras palabras, presentar una demanda contra una entidad es tratar de identificar la posible fuente que va a encargarse de pagar las recompensas o resolver la situación. Pero en el caso de la iglesia mormona, el total es la suma de muchas partes legales, algunas de ellas con elementos comunes, otras controladas por otras más, yendo de negocios corporativos complejos a organizaciones, la cual, en su totalidad, no es algo que la iglesia quiera revelar.

Los abogados SUD, por su parte, alegaron que si bien otras entidades mormonas nombradas en la demanda son corporaciones en el estado de Utah, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en sí es una entidad no incorporada (en realidad es simplemente un nombre registrado por la Corporación del Presidente de la Iglesia, y como entidad en sí no existe. Así es, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no existe como entidad legal). Estos abogados afirmaron que si bien hay miembros de la iglesia en todo el país, incluyendo Washington, donde Jeremiah Scott vivía, el caso no calificaba para ser presentado en la corte federal. La jueza asignada al caso concordó con el argumento. El 30 de noviembre de 1998, ocho meses después de que la demanda fuera presentada, la jueza denegó el caso. Diez días más tarde también fue denegado en la corte federal.

Kosnoff y su equipo cruzaron la calle a la corte del condado de Multnomah, en el estado de Oregon, y presentaron una nueva demanda contra Foster, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y otras cuatro entidades corporativas de la iglesia.

Kosnoff quedó muy interesado en un largo artículo de 1994 en una publicación semanal en Phoenix, Arizona, llamada el New Times. El artículo menciona casos de abuso sexual entre los mormones de Arizona y de los estados circunvecinos. Kosnoff estaba particularmente interesado en la mención en el artículo de varias demandas civiles contra la iglesia por haber tenido un papel en crímenes realmente terribles. En algunos de los casos, los líderes de la iglesia aconsejaron a esposas e hijos a que fueran más comprensibles de y que ayudaran a sus abusadores a ser sanados. En otros casos, aconsejaron a pedófilos y, al recibir una promesa de un cambio en el comportamiento y la actitud, pusieron a los abusadores de regreso en posiciones en las que tenían contacto cercano con niños, tales como líderes de scouts y maestros de escuela dominical.

El artículo hablaba de un caso particularmente sorprendente, el de Richard Kenneth Ray, quien confesó haber abusado de más de 30 niños y algunos animales. Ray finalmente fue condenado cuando abusó de un niño no mormón que estaba al cuidado de su esposa. Los padres del niño empezaron a sospechar cuando su hijo empezó a actuar de una manera sexual inapropiada para su edad, y llamaron a la policía. Al menos tres oficiales de la iglesia habían sabido de la propensión al abuso de Ray por años. Antes de ser sentenciado a 58 años en la prisión por parte de un juez de Arizona, la corte recibió una montaña de cartas por parte de miembros de la iglesia a favor de Ray, incluyendo una de un oficial mormón que notó que Ray había sido “una gran influencia para el bien” en las vidas de cientos de jóvenes: “En vista de las cosas positivas que ha hecho a lo largo de su vida, creo firmemente que lo más pronto él fuera regresado a la sociedad, lo mejor que será para todos”.

En otro caso, un obispo mormón había instruido a la esposa de un abusador que había abusado sexualmente de sus hijitos a que siguiera viviendo con él como familia, aun cuando los trabajadores sociales de la familia trataron de separar a los niños de los padres.
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La iglesia no estaba dispuesta a darse por vencida o a ceder el caso, y como Kosnoff fue advertido, harían todo lo posible para detener el caso. Debería unirse con una firma legal pronto o terminaría en bancarrota, viviendo en la calle.

Pero la situación no se limitaba a no hacerse responsable desde un punto de vista legal. David, el hijo de los Johnson, nunca recibió ningún tipo de tratamiento psicológico por parte de la iglesia o de nadie más, pero fue disciplinado por lo que le pasó. Su padre dijo que “nos reunimos con el obispo Checkets, y nos dijo que había sido… que Frank había abusado de David. Y como resultado de esa reunión, el obispo Checketts sugirió que David fuera puesto en un período de prueba porque había regresado una y otra vez a su situación”.

David tenía once años en ese tiempo. La entrevista con los abogados:

—¿Pusieron a David en un período de prueba?
—Sí
—¿Un período de prueba es una forma de disciplina?
—Sí
 —¿David fue disciplinado por el obispo Checketts porque había regresado y soportado abuso por parte de Frank Curtis?
—Sí

Cathy dijo que su hijo había dejado de ir a la iglesia porque se sentía incómodo y excluido en las reuniones de los Boy Scouts, como si todos supieran que había hecho estas cosas terribles. David, dijo, comenzó a usar drogas y era frecuentemente molesto en la escuela, todo lo cual fue atribuido a su abuso sexual.

El siguiente año, cuando debería haber entrado al sexto grado, dijo David, se quedó de grado y fue puesto en clases de educación especial, después de ser diagnosticado “emocionalmente perturbado”. Su clase de educación especial continuó hasta que, al llegar al noveno grado, fue asignado a clases regulares con sus compañeros. Poco después David dejó la escuela.

—Ellos forzaban a esta gente a ser fanáticos religiosos que ponían su necesidad de ser parte de una organización religiosa sobre la seguridad de sus niños —reflexionó años más tarde Anderson, uno de los nuevos abogados en el caso—. Era malvado”.

Mientras los abogados de los Scott más investigaron, la lista de niños abusados por el hermano Curtis continuó creciendo.

Otra madre en el mismo barrio, Joanne, pidió una entrevista con el obispo y le dijo lo que había pasado con su propio hijo. Ella había estado bajo la impresión de que el obispo Checketts había notificado a la policía. Ella y Don, su esposo, no habían podido pagar una terapia para su hijo, y Steven se había rehusado a hablar con el obispo o con nadie más sobre lo que había pasado. Más tarde Joanne dijo que Steven había sentido que la gente lo trataba diferente en la iglesia y dejó de ir. Ella pensaba que su hijo se sentía culpable, avergonzado e incómodo. Luego tuvo problemas de comportamiento más serios, comenzó a beber y a usar drogas, y tuvo problemas menores con la ley. Finalmente Steven, como David Johnson, dejó la escuela.

Kosnoff continuó investigando y encontró un caso en West Virgina en el que una madre dijo que la iglesia supo por años que su esposo estaba abusando de sus hijos y no hizo nada para detenerlo. El esposo de esta mujer finalmente fue encontrado culpable de treinta y siete casos de abuso sexual y fue condenado a 185 años en la cárcel. En la demanda civil que le siguió, la iglesia mormona arguyó que los oficiales de la iglesia habían sabido de los abusos en sus cargos como clérigo, y cualquier cosa dicha en esas conversaciones estaba fuera de los límites de las examinaciones legales. En muchos otros casos el mismo argumento fue usado, así como el que usar cualquier documento eclesiástico violaría la Primera Enmienda de la constitución de poder ejercer la libertad de religión.

Según la iglesia, los registros de disciplina en la iglesia eran parte de la creencia mormona en el proceso de arrepentimiento. Que la corte requiriera que la iglesia presentara sus registros, dijeron los abogados de la iglesia, era inconstitucional. Todas estas maniobras tenían el intento de retrasar y prevenir el que los abogados de los Scott obtuvieran evidencia importante en el caso.

Cuando, después de varios meses, finalmente se asignó un juez al caso, los abogados de la iglesia exigieron un juez diferente y que el caso fuera reasignado, una estrategia que es legal, pero muy poco usada. El caso regresó a la lista de espera, causando más atrasos.

Mientras Kosnoff esperaba que el caso fuera asignado a un nuevo juez, pasó su tiempo buscando más gente que pudiera apoyar su caso. Encontró dos profesores de la Universidad Estatal de Arizona, quienes publicaron un estudio de mujeres sobrevivientes de abuso sexual en 1996. Su resultado sería bueno para el caso si los abogados lograban que fueran aceptados en la corte. En más de la mitad de los casos en el estudio, las víctimas reportaron que habían pedido ayuda a sus obispos, pero ellos no las escucharon o no les creyeron. Los obispos de las víctimas en el estudio les dijeron que debían “olvidarse y perdonar” a los abusadores, que era su culpa, o que debían dejar de pensar en ello y en su lugar leer las escrituras y orar.

También encontró a una mujer llamada Colleen, cuyo hijo había sido abusado en los 80 por su líder de Boy Scouts en Portland. El hijo de Colleen cometió suicidio después de que llegaron a un acuerdo en su demanda contra la iglesia.

Colleen estaba furiosa porque Dykes, el líder de su hijo, nunca fue excomulgado de la iglesia, y solamente había recibido una disciplina más ligera. Kosnoff estaba sorprendido de que al hombre se le había permitido continuar trabajando con jóvenes, y más tarde fue condenado por abusar de diecisiete chicos más. Al final Colleen le dijo a Kosnoff que su hijo se había perdido en las drogas y otros crímenes, y trató de cometer suicidio varias veces, hasta que finalmente lo logró en 1994.

Cuando el equipo de Kosnoff presentó algunos datos que había obtenido por medio de un investigador privado, los abogados de la iglesia se quejaron de que todos esos testimonios debían ser desechados porque habían sido obtenidos ilegalmente. Más tarde, cuando Kosnoff fue investigado por la manera en que recibió esos testimonios, se encontró que no había nada ilegal en su estrategia. Pero los abogados de la iglesia lograron retrasar el caso aún más, y por medio de un tecnicismo lograron que información importantísima para el caso fuera rechazada.

Tal como el equipo de Jeremiah Scott había sospechado, Frank Curtis había sido excomulgado de la iglesia SUD. Si este era el caso, y si su excomunión había tenido que ver con su abuso infantil, entonces quedaba en claro que la iglesia había sabido de todo esto y no había hecho nada para impedir que Curtis trabajara con niños en la iglesia, o para impedir el abuso que sucedió en la casa de los Scott.

En diciembre de 1999 se asignó un nuevo juez al caso y recomenzó la tediosa lucha por registros eclesiásticos. Lo primero que hicieron Kosnoff y Salmi fue pedir todos los registros de miembro de Frank Curtis, incluyendo las acciones disciplinarias que la iglesia hubiera tomado en su contra. Después de eso, los abogados pidieron todos los casos de disciplina eclesiástica por abuso sexual, porque planeaban demostrar que la iglesia tenía un patrón de no proteger a las víctimas de abuso sexual.

La iglesia continuó usando su argumento de privacidad entre el clero y los miembros, diciendo que todos los ciudadanos deberían tener la oportunidad de confesar sus pecados y buscar el perdón. La diferencia de la iglesia mormona con otras iglesias, como la católica, es que el clero mormón no solamente es laico, sino que cambia regularmente, por lo que era mucho más complicado establecer qué líder mormón habría recibido información similar a la de un cura en una confesión. 

Un obispo mormón asignado por la iglesia para responder preguntas del equipo de los Scott, el Dr. Hale, explicó que no hay un ejercicio oficial de confesión en la iglesia mormona, como existe en el catolicismo. Los mormones consultan con sus obispos o presidentes de estaca sobre asuntos problemáticos para ellos, incluyendo transgresiones morales. A Salmi se le ocurrió entonces que las interacciones que la iglesia trataba de mantener privadas en realidad no eran confidenciales.

—Permítame darle un ejemplo —le dijo Salmi al Dr. Hale—. Si un miembro reporta al obispo de la iglesia que un niño ha sido abusado por otro miembro de la iglesia, ¿usted considera que eso es una confesión?
—No, porque considero que en ese caso un miembro simplemente está reportando un incidente —respondió el doctor, agregando que los procedimientos disciplinarios eran algo más administrativo que eclesiástico.

Dr. Hale dijo que la iglesia tenía una política de animar a los ofensores sexuales a que se entregaran a las autoridades. Una advertencia es puesta en el archivo del miembro que es excomulgado, dijo. Ésta era otra confirmación de que debía existir una señal de alarma en los archivos de Frank Curtis. Tres meses más tarde, la Jueza Cisneros determinó que cualquier declaración hecha por Frank Curtis fuera de un concilio disciplinario estaba abierta al escrutinio público. Los obispos también debían informar qué habían escuchado de los padres que se quejaron de que sus hijos habían sido abusados.

Los padres de uno de esos niños, Jeremiah, habían contactado a Greg Foster, quien había sido su obispo en Portland. Santy, la madre de Jeremiah, afirmó que Greg Foster le dijo a ella y a Kent, su esposo, que lamentaba lo que había pasado y que Frank Curtis había abusado de otros niños, pero que se había arrepentido y que prometió no volver a hacerlo.

—Durante la conversación, antes de terminar, escuché a mi esposo decir “¿Qué demonios?” o “¿Por qué no nos dijo?”.

En el caso de Manny Sabán, él le dijo a los abogados que su madre, Raquel, había encontrado a Frank en la tina con otro niño del vecindario. Y, agregó Manny, su madre le había contado al obispo.

Como respuesta a la determinación de la jueza, la iglesia se quejó de que tomaría un número inadmisible de horas y millones de dólares buscar en todos los registros de membresía a las personas disciplinadas por abusar de menores. El equipo de los Scott comprometió, con la bendición de la Jueza Cisneros. Su nuevo pedido enmendado era por los registros de todos los miembros disciplinados por abusar de menores en el área metropolitana de Portland, y las demandas presentadas en contra de la iglesia por abuso. La iglesia produjo unas cuarenta y dos demandas relacionadas con abusos sexuales en los que era nombrada como acusados, aunque Kosnoff asumió por medio de su investigación que había más.

Más tarde, los abogados descubrieron que la iglesia habría sido un coconspirador en el abuso de Manny Sabán, aun si fue uno de manera indirecta. Manny proveyó una de las primeras advertencias contra Curtis a la iglesia de la que Kosnoff supiera, y aunque inicialmente no le creyó, Raquel finalmente le dijo a su obispo lo que Frank Curtis les había hecho a los niños, pero sin ningún resultado. Todo esto había sucedido quince años antes de que Jeremiah Scott hubiera sido abusado por el mismo hombre, a quien conoció en la misma capilla mormona.

A pesar de que tenían el permiso de la jueza para obtener los documentos de la iglesia, los abogados SUD continuaron argumentando que muchos de sus documentos estaban bajo el privillejo de clero y penante, y continuó elevando los costos de lucharlos. El equipo de Scott no tenía los recursos para batallar las objeciones en corte de los abogados de la iglesia.

—Si tienes que hacer un cálculo financiero, vas a ser eliminado del sistema, y eso no es justo —dijo Kosnoff años más tarde. Era una cosa perder porque uno no tiene suficientes pruebas para su caso. Es otra cosa perder porque uno no tiene suficiente dinero para competir con el acusado.

Y era obvio que ninguno de estos individuos podía pagar abogados como los de la iglesia, quienes seguramente cobraban cientos de dólares por hora, y obviamente, basado en las horas de trabajo, de mano de obra, de testigos, etc., la iglesia estaba pagando cientos de miles de dólares en este caso. Dinero que vienen de los diezmos de los miembros, para luchar contra los mismos miembros.

En varios estados, incluyendo a Oregón, los líderes eclesiásticos tienen la obligación de reportar cualquier sospecha de abuso de menores, e ignorar estas sospechas deliberadamente es un crimen. La excepción es cuando la información se obtiene en una manera protegida por el privilegio de clero y penitente. Kosnoff intentaba mostrar que los líderes mormones rutinariamente seguían la ley de la iglesia pero ignoraban la ley civil.

El número de abusadores en la iglesia era una cuestión de matemáticas simple, dado el número de personas arrestadas por ofensas sexuales, y el tamaño de la población SUD en el oeste. Sin embargo Kosnoff estaba sorprendido por cuántos abusadores había en los barrios, trabajando en el ministerio laico, potencialmente interactuando con niños. Don Anderson, el maestro orientador de los Scott, había sido condenado en 1981 por abusar sexualmente de dos niños que estaban estudiando en la escuela primaria donde él era un maestro de música.

En el caso de Curtis, el obispo Greg Foster no había advertido a los Scotts sobre Frank Curtis cuando lo invitaron a vivir en su casa, creando una situación prácticamente inevitable de abuso.

En otro caso, al investigar los abusos de otra familia, los Carter, cuyo hijo también fue abusado por el hermano Curtis, miembros del barrio de esa época fueron reunidos para ser interrogados. Primero un hombre que había sido el obispo de Frank Curtis y luego su maestro orientador. A pesar de todas las objeciones de privilegios de clero y penante por parte de los abogados de la iglesia, Kosnoff pudo hacer preguntas porque un maestro orientador no es considerado una posición clériga. El hombre dijo que sabía de la historia de abuso sexual del hermano Curtis, y que el hermano Curtis le había dicho que ya no lo hacía más. Más tarde, Ted Carter y su esposa Mary Kay le dijeron que el hermano Curtis había agarrado a uno de sus hijos y lo había besado en la boca. Durante su testimonio, el maestro orientador le dijo a Kosnoff que no le había contado a todo el mundo lo que Ted Carter había dicho porque estaba al tanto de que el obispo y el presidente de estaca ya lo sabían.

—Todos lo sabían, así que no podría haber hecho nada más —dijo el maestro orientador—. Todos los que debían saberlo, como el obispo, el presidente de estaca, esa gente, ya lo sabían. Ellos son todos quienes deben saberlo.

Unos pasos después, estaban en el medio de otro caso de abuso, éste particularmente horrible.

Frank se había mudado a Wyoming a fines de los 70, después de que Raquel Sabán lo pilló en la tina con los chicos del barrio. Los líderes de la iglesia allí habían arreglado que Frank Curtis se mudara con una familia que vivía en una casa perteneciente al obispo y a otro hombre en el barrio. El hermano Curtis se abusó de tres chicos en esa familia, dos de ellos niñas. Éste era el primer caso del que habían oído en el que Frank había abusado sexualmente de mujeres.

La iglesia había tratado de retrasar la orden de entregar los documentos sobre el hermano Curtis lo más que pudieron. Pero al enfrentarse con posibles sanciones por desacato, la iglesia lanzó el registro de acciones disciplinarias de Franklin Richard Curtis, y registros similares de otros abusadores que habían sido excomulgados en Portland.

Los registros mostraron que la iglesia había disciplinado a Frank Curtis tres veces, dos de ellas habían resultado en excomuniones. Después de la primera excomunión, la cual ocurrió en Pensilvania en 1983, recibió orientación eclesiástica y fue rebautizado en Michigan en 1984. La última excomunión fue después de haber sido condenado por abusar a Jeremiah Scott. Pero había una sorpresa en el registro disciplinario: el hermano Curtis había sido disciplinado por “actos homosexuales”. Fue el pecado de actividad sexual con otro hombre que le hizo perder su membresía en la iglesia, y no el que hubiera abusado a niños. En una ocasión, el registro decía “homosexualidad/abuso de menores”, pero las palabras “abuso de menores” habían sido tachadas. Resolvieron que a un jurado no le gustaría oír que la iglesia estaba menos preocupada por que las víctimas de Curtis fueran niños.

Cuando el tribunal finalmente comenzó, la Jueza Rosenblum entró y empezó prontamente. Era elegante, con una mano firme. Uno a la vez, los abogados de los Scott presentaron su parte del caso. Sus puntos eran refinados y directos. La iglesia mormona había documentado que Frank Curtis había violado y sodomizado repetidamente a niños y nunca hizo un solo reporte a la policía, lo cual hubiera salvado a numerosas víctimas.

La estrella del espectáculo era la exposición A, los registros disciplinarios impresos en tamaño de póster. Uno de los abogados en el equipo, David Slader, reforzó el punto mostrando registros de otras personas que la iglesia sabía que habían abusado a niños pero que potencialmente todavía estaban trabajando con ellos.

Cuando terminaron, Stephen English, el abogado de la defensa, hizo un argumento apasionado sobre la Primera Enmienda de la constitución y el derecho de los mormones de practicar su fe y su creencia en la redención. Era un estribillo similar al de las audiencias anteriores.

—Fue castigado bajo la ley de la iglesia, fue perdonado. Se arrepintió y fue rebautizado. Y la iglesia cree que cuando eso ocurre, la persona se convierte en alguien nuevo y que comienza nuevamente desde ese punto. Me doy cuenta que es difícil porque intuitivamente uno dice, “¡Pero eso no se puede hacer!” Pero allí es donde hablamos de la Primera Enmienda. Así es como hacemos las cosas en nuestra religión.

Eso no ofreció sorpresas. La mejor estrategia de la defensa era tratar de persuadir al juez de que el caso era una intrusión en las creencias religiosas, que se le estaba pidiendo que regulara la práctica del perdón y de la limpieza de pecados. Mientras más pudieran centrar el caso en la religión, donde existían protecciones constitucionales, mejor.

Los abogados SUD escribieron que nadie ha hecho más para prevenir el abuso sexual que la iglesia mormona. Ellos dijeron que las enseñanzas de la religión mormona incluyen un código sexual muy estricto. “Cualquier forma de relación sexual fuera del matrimonio es un pecado de la naturaleza más severa a la vista de Dios y de la iglesia”. Los abogados notaron que la iglesia tiene una línea telefónica para los casos de abuso, un recurso para los obispos que deben tratar con víctimas de abuso en sus barrios. Ellos dijeron que la línea telefónica era un ejemplo del compromiso de la iglesia mormona de proteger a los niños. El equipo de los Scott había escuchado esto antes, y arguyeron que la línea telefónica era una forma de controlar demandas, ya que se conecta directamente con los abogados de la iglesia.

Jeremiah Scott estaba cansado. No quería ir a juicio. No quería que este caso durara un minuto más. Había crecido, cambiado, se había mudado y había seguido adelante desde el día que abrió la guía telefónica y llamó a Tim Kosnoff cuatro años antes. Ahora sólo quería terminar con todo este asunto. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días estaba dispuesta a pagarle $3 millones para terminar con la demanda. Jeremiah quería aceptar el dinero e irse.

Los abogados de la iglesia SUD querían que parte del trato incluyera un acuerdo de confidencialidad, pero el equipo de Scott se mantuvo firme. Jeremiah Scott había ganado el acuerdo más grande jamás reportado de todos los tratados en casos de abuso sexual incluyendo instituciones religiosas hasta la fecha. Este hecho era parte de la victoria. El equipo de Scott insistió que el acuerdo debía ser hecho público, sin secretos o tratos. Anderson, uno de los abogados de Scott, estaba profundamente decepcionado. Habían estado tan cerca, pensó. Tan cerca de hacer que la iglesia revelara sus secretos, y tan cerca de mostrar cómo había puesto a niños en riesgo una y otra vez. Por años después del caso, Anderson se refirió al acuerdo de Scott como “un triunfo de oscuridad” y “una espina en mi corazón”. El acuerdo era bueno para Scott, pero creía que no iba a cambiar nada. Sin embargo, la iglesia también había perdido. Tendría que pagar un acuerdo enorme y público que probablemente influenciaría a los demandantes en demandas por años. Pero probablemente lo más perjudicial para la iglesia es que debió largar registros disciplinarios internos. El equipo de Scott había penetrado la muralla legal que rodeaba los trabajos internos de la iglesia mormona, aunque más no fuera en una pequeña medida.

—Ésta es una situación que incluía a dos miembros de la iglesia. Tomó lugar fuera de las premisas de la iglesia, y no estaba relacionada con actividades eclesiásticas —le dijo Stephen English al periódico Oregonian. Los abogados también señalaron que la iglesia, al ofrecer una resolución, no había admitido culpabilidad en la situación.

Concluido el caso de Jeremiah Scott v. Gregory Lee Foster, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, et al, se movió casi inmediatamente a la prensa. Jeff Anderson se reagrupó y organizó dos conferencias de prensa, una en Portland y otra en Salt Lake City. Si no podían llevar a la iglesia a la corte, razonaron, al menos brillarían el foco en la iglesia. Durante la mañana del 5 de septiembre del 2001, Anderson se dirigió a los medios de prensa en Portland. Esa tarde volaron a Salt Lake City y repitieron la presentación, pero esta vez en el corazón del mormonismo: en la Manzana del Templo.

Fue una movida muy valiente, pero Anderson no iba a permitir que la iglesia evitara ser públicamente escudriñada escribiéndole un cheque a Jeremiah, aun si el cheque era muy grande.

Poco después de llegar, se encontraron con los guardias de seguridad SUD, dos hombres en trajes oscuros y camisas blancas, quienes les informaron a Anderson que estaban violando propiedad privada y les pidió que se fueran. La línea entre propiedades públicas y privadas en la Manzana del Templo siempre ha sido cuestión de extensas sagas legales. Pero sin importarle las consecuencias legales, Jeff Anderson sabía que si era arrestado en una conferencia de prensa en Salt Lake City, sólo aumentaría la exposición en los medios para el caso. Tenía poco y nada que perder. Anderson les dijo a los guardias que hablaran con Gordon B. Hinckley, el entonces presidente de la iglesia. Les dijo que él sabía por qué estaban allí. Más guardias de seguridad aparecieron, así como reporteros de periódicos y de televisión. Las luces de las cámaras de televisión se prendieron y los guardias retrocedieron. Anderson no andaba con rodeos. “Éste es el lugar más peligroso para los niños en los Estados Unidos”, dijo. Entonces pasó a contar en detalles las instancias de las noticias anteriores en las que la iglesia había recibido advertencias antes de que Frank Curtis llegara a Jeremiah Scott, y de las otras veinte víctimas que Frank Curtis había abusado. Slader mencionó que la iglesia mormona probablemente posee el sistema de registros más extenso de cualquier otra religión en el país, y sin embargo los oficiales de la fe no advirtieron a nadie que Frank Curtis era un depredador. Kosnoff le dijo a los medios, “La iglesia ha visto a Curtis arruinar la vida de niño tras niño. Pero para ellos, proteger su imagen es más importante que proteger a los niños”.

Al terminar la conferencia de prensa, los guardias de seguridad SUD, junto con la policía de Salt Lake, le dijeron a Anderson que iba a ser multado por violación de propiedad privada. La multa nunca llegó, pero la situación había pasado a ser conocida. Los diarios a través del país cubrieron la historia de la demanda y del acuerdo de $3 millones, junto con la promesa de Anderson de que iban a haber más.

El equipo de los Scott había juntado declaraciones de doce hombres. Many Sabán, Bob y Jim Goodall, y cuatro otros que vivían en el vecindario, junto con David Johnson y Steven Penrose, quien tenía escuela dominical con el hermano Curtis, otro hombre de Portland, y dos de las víctimas de Curtis en Wyoming, en una demanda contra la iglesia. Los hombres, a los que los abogados llamaban “sobrevivientes” en la prensa, vivían por todo el país; cuatro estaban en la cárcel.

Juntar a los doce demandantes en una demanda era una estrategia de los abogados. Los sobrevivientes de Frank Curtis eran un grupo diverso legalmente. Algunos tenían un mejor caso que otros, dada la disposición legislativa en materia de plazos en sus situaciones particulares. Algunos habían sido abusados una vez, otros repetidamente, algunos por varios años. Colectivamente, formaban un demandante mucho más fuerte de lo que lo serian individualmente.

Jeff Anderson vio a esto como algo necesario, ya que durante sus años como demandante de la iglesia Católica sufrió todo tipo de asaltos, pero la iglesia mormona, observó, jugaba más sucio que los católicos jamás lo hicieron.

Lamentablemente, en el segundo juicio, Kosnoff no pudo participar como abogado, porque estaba fuera de su jurisdicción, por lo que el caso no tuvo mucho éxito. Nadie tenía el entusiasmo que él había mostrado. A medida que el caso avanzaba, los demandantes se mudaron, cambiaron de trabajos, se casaron y divorciaron, y muchos estaban preocupados con sus tareas diarias fuera del circuito de la demanda.

Después de un año, era evidente que Kosnoff debía renunciar al caso Curtis 2. La gente tendía a salir adelante cuando escuchaban u oían de un caso de abuso, lo cual es exactamente lo que Anderson y David Slader querían, y la razón por la que se habían asegurado de que el caso fuera cubierto ampliamente en la prensa. Era un buen negocio, y ayudaba a los clientes a darse cuenta de que no estaban solos.

También comenzaron a buscar casos en Utah. Una de las personas que los contactaron después del caso de los Scott era una mujer mormona que había sido abusada en los 70 por un hombre en su barrio. Ella dijo que le había contado a su obispo, y se le aconsejó que no dijera nada a nadie. En un extraño y cruel giro de acontecimientos, el hijo de esta mujer fue abusado años más tarde por el mismo hombre.

Pero a pesar de todo el valiente profesionalismo y la pasión, la movida no fue recompensada. Al final, después de meses de trabajo, los casos no llegaron a ninguna parte. “Uno no puede demandar a la iglesia mormona en Utah”, dijo Anderson más tarde.

Eventualmente los abogados de la iglesia llamaron a David Slader con un ofrecimiento de darle una serie de pagos confidenciales. Uno recibió $140.000, otros más, otros menos. Los abogados recomendaron que los hombres aceptaran el trato, y ellos lo hicieron.

Esta vindicación lo energizó. Ahora estaba peleando contra la iglesia mormona en el caso de las hermanas Cavalieri en Washington. Kosnoff era ahora un oponente formidable.

Comentarios

  1. Una pregunta: si estas inactiva por 4 años y regresas, tienes que pagar los 4 años de diezmo que debes?

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    1. Depende del obispo. Algunos te van a decir que sí, otros no. No hay ninguna regla sobre eso en el manual de instrucciones.

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    2. HOLA SOY PABLO DE PERU
      no es necesario que pagues tu diezmo de 4 años atras;es la iglesia del Señor no un banco...solo se fiel pagador de diezmos y se abriran las ventanas de los cielos...

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    3. vaya no puedo creer que los sud crean que las puertas de los cielos se abriran con diezmos!!!! eso equivale a decir que jesus fue crucificado en valde si creen que las puertas del reino se abriran por dinero o si creen que la iglesia de Dios necesita dinero para existir!!!

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