Episodio 110: Loor al profeta y a la constitución (¡Y abajo el comunismo!)



Discurso 1

Honrar el sacerdocio

Presidente Hugh B. Brown
Segundo Consejero de la Primera Presidencia
(Conference Report, abril de 1962, p. 87-90)

Mis queridos hermanos, siempre que cargo con la responsabilidad de aparecer ante la gente de la Iglesia y sobre todo ante el sacerdocio, soy consciente de mi insuficiencia, y siempre estoy deseoso de asegurarme de tener la guía de mi Padre Celestial cuando trato de servir.

A causa de las cosas que me han pasado en los últimos meses, he estado buscando en mi corazón en un intento de encontrar una justificación para la bondad que el Señor me ha dado. Ciertamente, todos estamos bendecidos más allá de nuestros méritos, lo que debería mantenernos humildes y agradecidos.

Les recomiendo a todos, no sólo a los hombres jóvenes del Sacerdocio Aarónico, sino que también a los que sostienen el Sacerdocio de Melquisedec, que cuando se publiquen los excelentes discursos dados esta noche por el Obispado Presidente, que lean y apliquen las instrucciones oportunas. Desde luego, felicito al Obispado por su preparación minuciosa y la inspiración de sus discursos. Ellos han hablado directamente, por supuesto, al sacerdocio menor, porque ese es su llamamiento.

Ustedes, los hombres, la mayoría de ustedes que están aquí, y muchos que están escuchando, saben que el hombre que está a la cabeza del Sacerdocio de Melquisedec, de hecho, de todo el sacerdocio de la Iglesia, es el Presidente de la Iglesia. Él preside aquí esta noche, y yo estoy bajo su dirección. Él es un modelo ideal, un ejemplo para todos nosotros. Se cita con frecuencia, y su vida es un ejemplo de la advertencia de Isaías: “... Sed limpios los que lleváis los vasos del Señor” (Is. 52:11).

No les retendré mucho porque sé a quien desean escuchar. Quisiera, sin embargo, hacer algunas observaciones sobre la responsabilidad de todos a los que Dios ha honrado al permitirles actuar en su nombre. Hace falta valor y constancia en medio de las condiciones peligrosas y amenazadoras del mundo. A medida que leo sobre el profeta José Smith en la cárcel de Liberty, me siento inspirado por el coraje y la fe que le permitió continuar a pesar de la persistente y amarga persecución a lo largo de su vida. Mientras estaba en la cárcel de Liberty, donde pasó muchos meses entre 1838 y 1839, sintió que había sufrido todo lo que el hombre mortal podría soportar. En una inspirada súplica oró:
Oh Dios, ¿en dónde estás? ¿Y dónde está el pabellón que cubre tu morada oculta? ¿Hasta cuándo se detendrá tu mano, y tu ojo, sí, tu ojo puro, contemplará desde los cielos eternos los agravios de tu pueblo y de tus siervos, y penetrarán sus lamentos en tus oídos?Sí, oh Señor, ¿hasta cuándo sufrirán estas injurias y opresiones ilícitas, antes que tu corazón se ablande y tus entrañas se llenen de compasión por ellos? (D. y C. 121: 1-3). 
Y el Señor contestó, con el entendimiento que nace de la experiencia: “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos”. (D. y C. 121: 7-8).

En la sección 121 de Doctrina y Convenios, tenemos una de las revelaciones más bellas:
He aquí, muchos son los llamados, y pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos? Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta lección única: Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que estos no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de la rectitud. 
Es cierto que se nos pueden conferir; pero cuando intentamos encubrir nuestros pecados, o satisfacer nuestro orgullo, nuestra vana ambición, o ejercer mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia, he aquí, los cielos se retiran, el Espíritu del Señor es ofendido, y cuando se aparta, se acabó el sacerdocio o autoridad de tal hombre. (D. y C. 121: 34-37).
Hermanos del sacerdocio, nunca debemos ejercer injusto dominio. Honremos el sacerdocio en nuestros propios hogares, en nuestras actitudes hacia nuestras esposas e hijos, porque allí como en otras partes “cuando se aparta [el Espíritu], se acabó el sacerdocio o la autoridad de tal hombre” (D. y C. 121: 37). El Espíritu no luchará siempre con el hombre, dice el Señor de los Ejércitos (D. y C. 1:33), pero siempre debe esforzarse por mantener su Espíritu en nuestros hogares, en nuestros negocios, en todo lo que nos proponemos hacer.

Hay que limpiar y purificar nuestros cuerpos y almas, y tratar de ser dignos de ser llamados hijos de Dios y de poseer el Santo Sacerdocio. Continuaré leyendo:
Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero; por bondad y por conocimiento puro, lo cual engrandecerá en gran manera el alma sin hipocresía y sin malicia (D. y C. 121: 41-42). 
Deja también que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo.  El Espíritu Santo será tu compañero constante, y tu cetro, un cetro inmutable de justicia y de verdad; y tu dominio será un dominio eterno, y sin ser compelido fluirá hacia ti para siempre jamás. (D. y C. 121: 45-46).
No me canso de leer o escuchar esta escritura, porque es la palabra directa de Dios a los hombres que poseen el sacerdocio, nos dice cómo cumplirlo, la forma de oficiar bajo el y advirtiéndonos contra todo injusto dominio. Me gustaría hablarles a ustedes, los que son padres, esta noche que nuestra conducta en nuestros hogares determina en gran medida nuestra dignidad para poseer y ejercer el sacerdocio, que es el poder de Dios delegado al hombre. Casi cualquier hombre puede hacer un buen papel cuando se haya frente al público, pero la integridad de uno es probada cuando “no está de servicio”. El verdadero hombre se revela en la relativa soledad del hogar. Un oficio o un título no borrarán una falta, ni garantizarán una virtud.
El verdadero valor está en ser, no aparentar,
Haciendo cada día que pasa,
Un poco de bien, no en soñar,
Grandes cosas en un nebuloso futuro. 
Todo lo que digan los hombres en su ceguera,
Y a pesar de las fantasías de la juventud,
No hay nada tan Regio como la bondad,
Y nada tan Real como la verdad.
Nunca dejemos, según las palabras del versículo 37 de esta sección de Doctrina y Convenios, “... encubrir nuestros pecados, o satisfacer nuestro orgullo, nuestra vana ambición, o ejercer mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia ”(D. y C. 121: 37).

El último presidente, Joseph F. Smith, escribió: “No hay oficio fuera de este sacerdocio que sea o pueda ser mayor que el sacerdocio mismo. Es a partir del Sacerdocio que el oficio obtiene su autoridad y poder. Ningún oficio da autoridad a al sacerdocio. Ningún oficio se suma al poder del sacerdocio, pero todos los oficios de la Iglesia derivan de su poder, su virtud, su autoridad, desde el sacerdocio. El Presidente de la Iglesia lleva a cabo su llamamiento como Presidente en virtud de su sacerdocio”.

Y ahora a ustedes, hermanos, los que presiden en la Iglesia, me gustaría decirles algo -presidentes de estaca, presidentes de las misiones, obispos de los barrios, todos los que presiden en cualquier capacidad, les instamos a reconocer y a utilizar a sus consejeros. Ustedes observarán a través de toda la organización de la Iglesia que nuestro Padre Celestial ha dispuesto, que cada oficio presidente tenga dos consejeros. Lamentamos que en ocasiones oímos de un presidente de estaca, presidente de misión, obispo o cualquier otro presidente, que se atribuye los honores que pertenecen al cargo que ocupa, que preside de una forma dictatorial, olvidando a sus consejeros, olvidándose de consultar con ellos, y por lo tanto asumiendo todos los honores de la presidencia u obispado, y tomando sobre ellos mismos toda la responsabilidad de las decisiones que debe compartir con sus consejeros. Hay sabiduría y seguridad en el consejo. Honre a aquellos con quién y sobre los que usted preside. Que honremos el sacerdocio y los oficios que le pertenecen no sólo se aplica a nuestras actitudes hacia los que presiden sobre nosotros, sino también hacia aquellos sobre los cuales y con los que preside. Vamos a presidir con amabilidad, consideración y amor.

Ahora, hermanos, que estamos reunidos esta noche aquí y en otros 320 lugares debemos formar un gran baluarte contra el comunismo y sus males concomitantes. La eficiencia de nuestra oposición a los mismos depende de la forma en que honremos a nuestro sacerdocio, y la posición en que nos situemos para buscar y obtener ayuda de Dios en la lucha contra el mal. El comunismo es del diablo. El comunismo comenzó cuando el diablo fue arrojado del cielo a causa de su rebeldía contra la voluntad del Padre de que los hombres deben tener su libre albedrío. Satanás y sus emisarios querían robar a los hombres su preciada libertad. No quiero entrar esta noche en una larga discusión sobre este mal, pero es bueno que todos los hombres sepan que la Iglesia y los líderes de la Iglesia están firmemente en contra del comunismo.

Para enfatizar esto me referiré a lo que el presidente Grant, el presidente Clark, y el presidente McKay escribieron hace algún tiempo:
La Iglesia no interfiere, ni tiene la intención de tratar de interferir en el mayor y más libre ejercicio del derecho de voto político de sus miembros, bajo y dentro de nuestra Constitución . . .
Pero el comunismo no es un partido político, ni un plan político amparado por la Constitución, sino que es un sistema de gobierno que es lo contrario de nuestro gobierno constitucional, y sería necesario destruir antes nuestro Gobierno para que el comunismo pudiera establecerse en los Estados Unidos.
Me gustaría que leyeran el resto por ustedes mismos y vieran cual era la posición de la Primera Presidencia en ese momento, y creo que puedo decirle con autoridad que la posición de la Primera Presidencia no ha cambiado desde entonces.

Pero, hermanos, tengan cuidado en no convertirse en extremistas en cualquiera de los dos lados. El grado de aversión de un hombre al comunismo no siempre se mide por el ruido que hace al ir llamando comunistas a todos los que no estén de acuerdo con su inclinación política personal. No hay excusa para los miembros de esta Iglesia, especialmente los hombres que poseen el sacerdocio, para que se opongan entre sí por causa del comunismo; somos todo lo opuesto a ello, pero debemos estar unidos en nuestra lucha contra él. No debilitemos a nuestro gobierno ni acusemos a los que ocupan puestos en el mismo de ser blandos con el comunismo. Por otra parte, nuestras capillas y centros de reuniones no deben ser puestos a disposición de los hombres que buscan compensaciones económicas o políticas mediante la destrucción de la fe en nuestros gobernantes elegidos, con el pretexto de la lucha contra el comunismo. Deje que los autoproclamados protectores de nuestra libertad financien sus propios programas. Hacemos un llamado al sacerdocio de la Iglesia a permanecer unidos y formar un frente sólido contra todo lo que pueda robarles a los hombres su libertad dada por Dios.

Les dejo de nuevo mi testimonio, sé que Dios vive y que Jesús es el Cristo. Desde el centro de mi corazón soy testigo de este hecho, y de que José el Profeta fue ordenado y apartado y llamado como el líder de esta gran dispensación. Doy testimonio del hecho de que nuestro querido presidente posee todas las llaves y autoridad dadas a José Smith y que él es el portavoz de Dios en la tierra hoy. Lo honramos y lo sostenemos.


Dios les ayude hermanos y todos nosotros a ser fieles hasta el final, fiel a Dios, fiel a nuestro país y a sus instituciones, y fiel a la verdad, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
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Discurso 2

No os engañéis

Elder Ezra Taft Benson
Del Consejo de los Doce Apóstoles
(Conference Report, octubre de 1963, p. 15-19)

Hoy me dirijo a ustedes con humildad y agradecimiento. Humilde ante la imponente tarea de hablarles a ustedes, agradecido por el Evangelio y de tener un profeta que nos dirige. Estoy de acuerdo con ese gran discurso sobre el hombre y el libre albedrío dado por el portavoz del Señor. El presidente McKay pasará a la eternidad como uno de los grandes campeones de los hombres libres.

Hace años, mi bisabuelo, mientras era un investigador, asistió a una reunión mormona durante la cual un miembro discutió sobre la mesa Sacramental con el presidente de la rama. Cuando terminó el servicio, la señora Benson volvió a Ezra T. y le preguntó qué pensaba de los mormones ahora. Siempre estaré agradecido por su respuesta. Dijo que pensaba que las acciones de sus miembros, no modificaba en manera alguna la verdad del mormonismo. Esa convicción le salvó de muchas tragedias. Antes de unirse a la Iglesia, el abuelo fue conmovido por una maravillosa oración del Apóstol John E. Page.

Pero más tarde, el joven convertido se sorprendió en gran medida por el mismo hombre cuyas acciones reflejaban su gradual apostasía.

Irónicamente, cuando Elder Page fue finalmente excomulgado, Brigham Young seleccionó el joven convertido para que ocupara el lugar del Elder Page en el Quórum de los Doce.

Seis de los doce apóstoles originales seleccionados por Joseph Smith fueron excomulgados. Los Tres Testigos del Libro de Mormón abandonaron la Iglesia. Tres de los consejeros de José Smith cayeron uno incluso ayudó a planear su muerte.

Una pregunta natural que podría surgir sería, si el Señor sabía de antemano que estos hombres caerían, como sin duda hicieron, ¿por qué hizo que su profeta les llamara a un cargo tan elevado? La respuesta es; para cumplir los propósitos del Señor. Porque incluso el Maestro siguió la voluntad del Padre al seleccionar a Judas (Juan 6:70). El presidente George Q. Cannon sugiere una explicación, también, cuando afirma: “Tal vez es su propio designio que las faltas y debilidades aparezcan en altas posiciones con el fin de que sus Santos pueden aprender a confiar en Él y no en cualquier hombre u hombres”. (Millennial Star, 53:. 658-659, 15 de febrero de 1891.)

Y esto iría en paralelo a la advertencia de Lehi; de no poner vuestra “... confianza en el brazo de la carne” (2 Ne. 4:34).

“La Iglesia”, dice el presidente McKay, “es poco dañada, si es que lo es algo, por la persecución y calumnias de ignorantes, de mal informados, o de enemigos maliciosos.” (Instructor, febrero de 1956, p. 33.)

Es desde dentro de la Iglesia de donde proviene el mayor obstáculo. Y así, al parecer, lo ha sido. Ahora surge la pregunta, ¿permaneceremos en el reino y podremos evitar ser engañados? Ciertamente, esta es una pregunta importante, porque el Señor ha dicho que en los últimos días el diablo “enfurecerá el corazón de… los hombres” (2 Ne. 28:20), y si fuera posible que “engañará a los escogidos “(ver (JS-H 1:. 5-37)

“El adversario”, dijo Brigham Young,” presenta sus principios y argumentos en el estilo más aceptado, y en el tono más ganador, acompañado de las actitudes más elegantes; él es muy cuidadoso para congraciarse con el favor de los poderosos e influyentes de la humanidad, uniéndose a los partidos populares, flotando entre los puestos de confianza y remunerados, complaciendo el sentir popular, aunque esté seriamente equivocado y oprima a los inocentes. Tales personajes se comportan con los modales de un ángel, aparecen casi como ángeles de luz (2 Cor. 11:14) tanto como pueden, para engañar a los inocentes y a los incautos. El bien que hacen, lo hacen para llevar a cabo un maligno propósito sobre los buenos y honestos seguidores de Jesucristo “(JD. 11: 238-239).

Aquellos de los nuestros que piensan “... todo va bien en Sion” (2 Ne. 28:21), a pesar de la advertencia del Libro de Mormón deberían reflexionar sobre las palabras de Heber C. Kimball, cuando dijo: “Sí, pensamos que estamos seguros aquí en los recintos de estas colinas eternas... pero quiero decirles a ustedes, mis hermanos, que el tiempo viene cuando seremos mezclados en estos valles ahora pacíficos, a tal punto que va a ser difícil distinguir la cara de un santo de la cara de un enemigo contrario el pueblo de Dios. Entonces será el momento de estar alerta para la gran siega, ya que habrá un gran tiempo de criba, y muchos caerán. Porque os digo que viene una prueba, una Prueba, una PRUEBA.”(Heber C. Kimball, 1856. Citado por J. Golden Kimball, Conference Report, octubre 1930, pp. 59-60).

Uno de los más grandes discursos que jamás he escuchado o leído sobre cómo evitar ser engañado, se dio desde este mismo púlpito durante la sesión del sacerdocio de octubre de 1960 en la conferencia semianual por el élder Marion G. Romney (Ibíd., Octubre de 1960, 73-75 ). Se lo recomiendo a ustedes para que lo estudien detenidamente y espero que con el tiempo lo vuelvan a leer. Durante el discurso el Élder Romney declaró que no había ninguna garantía de que el diablo no engañase a muchos de los hombres que poseen el sacerdocio. Entonces, después de referirse a un discurso sobre el libre albedrío del Presidente McKay, el Elder Romney declaró, “... El libre albedrío es el principio en contra de la cual Satanás está librando su batalla en el cielo. Sigue siendo el frente en contra del cual hace sus más furiosos, retorcidos y persistentes ataques. Que esto ocurriría fue presagiado por el Señor “.

Y a continuación, después de citar el pasaje de la Perla de Gran Precio respecto a la guerra en el cielo por el libre albedrío (Moisés 4: 1-4) el Elder Romney continua:

“Como pueden ver, en el momento en que fue expulsado del cielo, su objetivo era (y sigue siendo) ‘engañar y cegar a los hombres y llevarles cautivos a su voluntad.’ Esto lo hace de manera efectiva con todos los que no obedecen la voz de Dios. Su ataque principal todavía está en el libre albedrío. Cuando consigue que los hombres le entreguen su albedrío, ya los tiene atrapados en el camino a la cautividad.

“Los que poseemos el sacerdocio debemos tener cuidado con nosotros mismos, para que no caigamos en las trampas que él pone para robarnos nuestra libertad. Debemos tener cuidado para que no seamos llevados a aceptar o apoyar de manera alguna ninguna organización, causa o medida cuya consecuencia, por remota que sea, pondría en peligro el libre albedrío, ya sea en la política, el gobierno, la religión, el empleo, la educación, o cualquier otro campo. Para nosotros no es suficiente ser sinceros en lo que apoyamos. ¡Hay que hacer lo correcto! “

Elder Romney esbozó algunas pruebas para distinguir lo verdadero de lo falso. Ahora bien, conocer esto es crucial para nosotros, porque como dijo el presidente [John] Taylor,” Además de la predicación del Evangelio, tenemos otra misión, a saber, la perpetuación del libre albedrío del hombre y el mantenimiento de la libertad, la libertad y los derechos del hombre “(JD 23:63)

Es la lucha por el libre albedrío lo que nos dividió antes de venir aquí, puede que también sea la lucha por el mismo principio la que nos engañe y divida de nuevo.

 Puedo sugerir tres pruebas cortas para evitar ser engañado, a la vez pertenecientes a esta lucha por la libertad y todos los demás asuntos.

1. ¿Qué tienen los libros canónicos que decir al respecto? “ ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no hay luz en ellos. “, dijo Isaías (Isa 08:20). Esta es una de las grandes verdades de Isaías, tan importante que estaba incluida en El Libro de Mormón. Allí se lee: “ ¡A la ley y al testimonio! Y si no hablaren conforme a esta palabra, es porque no hay luz en ellos. “(2 Ne 18:20.) Y Oseas dijo.” Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. “(Oseas 4: 6).

Debemos estudiar diligentemente las Escrituras. De especial importancia para nosotros son el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios. José Smith dijo: “... Que el Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión, y un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro “(DHC. 4: 461).

El Libro de Mormón, dijo Brigham Young, estaba escrito en las tablas de su corazón y no hay duda de que le ayudó a no ser engañado. El Libro de Mormón tiene mucho que decir sobre América, la libertad y las combinaciones secretas.

Doctrina y Convenios es importante porque contiene las revelaciones que ayudaron a sentar las bases de esta gran obra de los últimos días. Habla de muchas cosas. La sección 134, versículo 2, establece que el gobierno debe mantener inviolables los derechos y el control de la propiedad (D & C 134: 2). Esta es una lectura importante en un día en que los controles gubernamentales están aumentando y la gente está perdiendo el derecho a controlar sus propios bienes.

2. La segunda guía es: ¿Qué dicen los presidentes de la Iglesia al respecto, en particular el presidente actual?… El presidente Wilford Woodruff relató un caso en la historia de la iglesia cuando Brigham Young se dirigió a una congregación en presencia del profeta José Smith:

“El   hermano Brigham Young se paró ante el pulpito, pausadamente tomó la Biblia y la dejó en el suelo; tomó el Libro de Mormón y lo dejó en el suelo, y tomó el libro de Doctrina y Convenios, y la puso delante de él, y dijo:  'Aquí se encuentra lo que nos dijo Dios acerca de su obra, desde el principio del mundo casi hasta nuestros días.  Y ahora os digo que si los comparamos con los oráculos vivientes, estos libros no tienen valor para mí; no nos trasmiten la palabra de Dios dirigida a nosotros   directamente, como lo   hacen   los   profetas   o   los    hombres que poseen el Santo Sacerdocio en nuestros días.  Yo preferiría   tener    los    oráculos    vivientes     antes que todo lo escrito en los libros'.  Esto fue lo que dijo, en resumen; y cuando terminó, el presidente José Smith dijo a la congregación:  'El hermano Brigham os ha dicho la palabra de   Dios y os ha   dicho la verdad'.  “(Conference  Report,  oct.  de 1897, págs.  18-19.)

Sólo hay un hombre en la tierra hoy en día que habla por la Iglesia (véase D. y C. 21:4; D. y C. 132: 7). Ese hombre es el presidente David O. McKay. Porque tiene la palabra del Señor para nosotros hoy en día, sus palabras tienen una importancia aún más inmediata que las de los profetas muertos. Cuando se habla bajo la influencia del Espíritu Santo, sus palabras son Escritura (véase D. y C. 68:4). Recomiendo para su lectura el magistral discurso del presidente J. Reuben Clark, hijo, en el Church News del 31 de julio de 1954, titulado: “¿Cuándo se pueden considerar Escritura las palabras de los líderes de la Iglesia?”

El presidente puede hablar sobre cualquier tema que sienta que es necesario para los Santos. Como Brigham Young ha declarado: “Desafío a cualquier hombre en la tierra a que señale el camino que un profeta de Dios debe de seguir, o que señale su deber, y cuán lejos debe ir, en el dictado de las cosas temporales o espirituales. Las cosas temporales y espirituales están inseparablemente unidas, y siempre lo estarán” (JD 10: 364). Otros líderes en el reino han caído, pero nunca los presidentes. Mantener los ojos en el capitán sigue siendo un buen consejo. Las palabras de un profeta viviente deben, tener y siempre tendrán prioridad.

El presidente McKay ha dicho mucho acerca de nuestras trágicas tendencias hacia el socialismo y el comunismo y las responsabilidades que las personas amantes de la libertad tienen en la defensa y conservación de nuestra Constitución (véase Conference Report, abril de 1953, pp. 112-113). ¿Hemos leído estas palabras del portavoz de Dios y reflexionado sobre ellas?

3. La tercera y última prueba es el Espíritu Santo, la prueba del Espíritu. Por ese Espíritu podremos “...conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5). Esta prueba solamente puede tener una eficacia plena si los canales de comunicación de uno con Dios están limpios y son virtuosos, sin el estorbo del pecado. Brigham Young dijo:

“Pueden saber si se dejan llevar por el bien o el mal, tan fácilmente como saben el camino de regreso a su hogar, porque cada principio que Dios ha revelado lleva el convencimiento de su propia verdad a la mente humana…

“¡Cuán lamentable sería que nos llevase un solo hombre a la destrucción total! ¿Les asusta esto? Temo que este pueblo tenga tanta confianza en sus líderes que no pregunte por sí mismo a Dios si Él es su guía. Temo que se encuentren en un estado de seguridad ciega, poniendo su destino eterno en manos de sus líderes con una confianza negligente que, por sí misma, frustraría los propósitos de Dios respecto a su salvación y debilitaría su capacidad de influir en sus líderes, si supieran por sí mismos, mediante la revelación de Jesucristo, que son guiados por la senda correcta. Que cada hombre y mujer sepa, por el susurro del Espíritu de Dios para sí mismos, si sus líderes están caminando en la senda que el Señor ha dictado, o no. Esta ha sido mi exhortación continuamente “. (JD 9: 149-150).

El Elder Heber C. Kimball declaró: “Vendrá el tiempo cuando ningún hombre o mujer será capaz de perseverar con una luz prestada” (Orson F. Whitney, vida de Heber C. Kimball, 1888 edición, p 461.).

Entonces, ¿cómo podemos saber si un hombre está hablando por el espíritu? La Biblia, el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios nos dan la clave (ver 1 Cor. 2: 10-11 ; 2 Ne. 33: 1 ; D. y C. 50: 17-23 ; D. y C. 100: 5-8 ). El presidente Clark los resumió bien cuando dijo:

“Podemos decir que los discursantes están siendo movidos por el Espíritu Santo sólo cuando nosotros mismos estemos siendo movidos por el Espíritu Santo. En cierto modo, esto cambia completamente su responsabilidad hacia nosotros para determinar si están hablando de esta forma... la Iglesia sabrá por el testimonio del Espíritu Santo que mora en el cuerpo de los miembros si las Autoridades Generales, al expresar sus opiniones, lo hacen por la ‘inspiración del Espíritu Santo’, y a su debido tiempo, ese conocimiento se dará a conocer’”. (Church News, 31 de julio de 1954.)

¿Se necesitará de este Espíritu para comprobar las acciones en otras situaciones? Sí, y podría ser utilizado como una guía y un protector para los fieles en una situación descrita por el pastor Lee en la última sesión general del sacerdocio de la Iglesia cuando dijo:

“En la historia de la Iglesia ha habido momentos o situaciones donde Consejeros de la Primera Presidencia y otros en altas posiciones han tratado de anular la decisión del Presidente o de persuadirlo contrariamente a su inspirado juicio, y siempre, si leen cuidadosamente la historia de la Iglesia, tales oposiciones trajeron no sólo resultados desastrosos para los que se opusieron a la decisión del Presidente, sino que casi siempre este tipo de persuasiones temporales fueron llamadas para su reconsideración, o una reversión de la acción precipitada que no estaba en consonancia con los sentimientos, los sentimientos inspirados, del Presidente de la Iglesia. Y que, a mi juicio, es una de las cosas fundamentales que nunca debemos perder de vista en la construcción del reino de Dios “(Conference Report, abril de 1963, p. 81).

Estas son entonces las tres pruebas: Los libros canónicos; las palabras inspiradas de los presidentes de la Iglesia, en particular los presidentes vivos; y la inspiración del Espíritu Santo.

Ahora, hermanos y hermanas, en esta gran lucha por el libre albedrío pensad solamente que poder podríamos ser para el bien en este mundo si estuviéramos unidos. Recuerde cómo el presidente Clark solía reiterar en la reunión general del sacerdocio de la Iglesia que no había una cosa justa en este mundo que no podríamos lograr si sólo estuviéramos unidos.

Y el presidente McKay ha reiterado una y otra vez cuando ha declarado: “¡Junto a rendir culto a Dios, no hay nada en este mundo sobre el cual esta Iglesia debería estar más unida que en sostener y defender la Constitución de los Estados Unidos!

“Que el llamado de nuestro Señor en Su oración de intercesión por la unidad sea realizado en nuestros hogares, en nuestros barrios, en nuestras estacas, y en nuestro apoyo a los principios básicos de nuestra República”, dijo el presidente McKay (El Instructor, febrero de 1956, p. 34).

A lo que yo digo Amén y Amén.

El presidente McKay habla de una unidad de principios. El presidente Clark dijo:

“Dios dispuso que, en esta tierra de libertad, nuestra lealtad política no sería hacia los individuos, es decir, a las autoridades del gobierno, no importa cuán grandes o pequeños puedan ser. En virtud de su plan, nuestra lealtad y la única lealtad que debemos como ciudadanos, o residentes de los Estados Unidos, se la debemos a nuestra inspirada Constitución que Dios mismo estableció. Así es el juramento al cargo de los que pertenecen al gobierno. Una cierta lealtad se la debemos al puesto que un hombre ocupa, pero incluso ni en este caso debemos, simplemente por razón de nuestra ciudadanía, ninguna lealtad al hombre mismo. En otros países es al individuo al que se le debe lealtad. Este principio de lealtad a la Constitución es básico para nuestra libertad. Es uno de los grandes principios que distingue a esta “tierra de libertad” de otros países ( 2 Ne. 1: 7 ).

“Así pues Dios añadió inestimables bendiciones para nosotros.

“Deseo decir con toda la seriedad de la que soy capaz que cuando ustedes los jóvenes vean cualquier restricción de estas libertades que he mencionado, cuando vean que el gobierno invade cualquiera de estos ámbitos de libertad que tenemos bajo nuestra Constitución, sabrán que están poniendo grilletes a su libertad, y que la tiranía se cierne sobre ustedes, no importa quien restrinja estas libertades o quien invada estos reinos, y no importa que razón y excusa puedan esgrimir.”(The Improvement Era, de 43 años, [Julio 1940] p. 444).

Todos deberíamos saber a estas alturas lo que el presidente McKay ha dicho sobre la más alta responsabilidad de los pueblos amantes de la libertad. Le hemos oído hablar de nuestra tendencia hacia el socialismo y el comunismo. Sabemos lo que piensa con respecto a las últimas trágicas decisiones de la Corte Suprema. Sabemos la posición de la Iglesia que respalda las leyes del derecho al trabajo y la oposición de la Iglesia a los programas de ayuda federal a la educación. Estas y muchas otras cosas nos ha dicho el presidente McKay las cuales implican la gran lucha contra la esclavitud del estado y contra el anti-Cristo. Ahora, puesto que todas estas advertencias han llegado a través del único portavoz del Señor en la tierra hoy día, hay una gran pregunta que nos deberíamos hacer. Suponiendo que estamos viviendo una vida digna que nos permita saber, entonces ¿Qué tiene el Espíritu Santo que decir al respecto?

Estamos en la obligación de responder a esta pregunta. Dios nos hará responsables.

No nos dejemos engañar en los días de siega por venir. Marchemos juntos en pos del profeta guiado por la inspiración del Espíritu.

Debemos seguir hablando claro por la libertad y contra el socialismo y el comunismo como el presidente McKay nos ha advertido constantemente. Debemos seguir acudiendo en ayuda de los patriotas, programas y organizaciones que están tratando de salvar nuestra Constitución a través de todos los medios posibles legal y moralmente.

Dios no nos ha dejado en la oscuridad con respecto a estos asuntos. Tenemos las escrituras antiguas y modernas. Tenemos un profeta viviente, y podemos obtener el Espíritu.

Joseph Smith vio al Padre y al Hijo. El reino establecido a través de la instrumentalización del profeta se establecerá.

Podemos seguir adelante.

Que todos podamos hacerlo y no ser engañado es mi humilde oración. En el nombre de Jesucristo. Amén.


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